La lealtad es una virtud que se desarrolla en la conciencia y que implica cumplir con un compromiso aún frente a circunstancias cambiantes o adversas. Se trata de una obligación que uno tiene para con el prójimo. En la lealtad encontramos el convencimiento de las personas con un propósito o convicción adquirida, gracias a ella nos unimos a las personas por la confianza que demostramos al ser fieles y creíbles.
La lealtad es una cualidad de Dios, ya que se muestra fiel y estable a su pueblo al que le ha hecho una promesa o alianza. Dios no se arrepiente, aunque el pueblo de Dios le falle, ÉL se mantiene constante y leal a su palabra y sigue intercediendo en favor de todos.
Dios ha establecido la esencia de la lealtad a través de su relación de pacto con su pueblo: “Conoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9).
Esta lealtad se expresa tanto en el ámbito divino como en el humano, tal y como aparece en los dos primeros mandamientos: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”, y “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:29-31; cf. Juan 15:13; 1 Juan 3:16).
En este mes de noviembre nos acercamos a la lealtad de María quien se compromete a la voluntad de Dios haciendo vida su voluntad.